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20 de octubre, 2014

Los próximos días 14 y 15 de noviembre se celebra en Almería el XV Congreso de la Asociación Nacional de Laboralistas (ASNALA), cita anual ya clásica que viene sirviendo para la reflexión abierta sobre los aspectos más actuales del mercado de trabajo y para el debate plural sobre el presente y futuro del derecho laboral.

Este año el Congreso se celebra bajo el título «El contrato de trabajo en un entorno de recuperación económica», con el que se pretende enfatizar la importancia de abordar una discusión serena sobre el espacio que las normas laborales pueden y deben tener cuando, todos esperamos, podamos considerar superada la fase de emergencia de la crisis económica padecida en los últimos años.

Como ocurre en muchas ocasiones, el vértigo de una situación económica insostenible y en acelerado deterioro, hizo inevitable una reforma profunda de las normas laborales como la abordada en el periodo del 2011 al 2013, que posiblemente habría que haber acometido en todo caso, aunque puedan discutirse algunos de sus contenidos, para eliminar algunos de los obstáculos más evidentes de un mercado de trabajo excesivamente rígido que operaba como un lastre para la competencia de las empresas españolas. Con modos o intensidades distintas, era una reforma tendente a la flexibilidad que han abordado todos los países europeos en los últimos años, incluso los que han mostrado más reticencias hasta fechas muy recientes, y con Gobiernos de orientación política diversa.

Pero la cuestión que surge ahora es mucho más relevante. Ya no se trata solo de discutir la oportunidad de las reformas legales en el ámbito laboral, sino que algunos sectores económicos y de pensamiento empiezan a cuestionar la utilidad misma y la justificación de las normas laborales y del derecho del trabajo. Para estos sectores, la norma laboral, cualquiera, es en sí misma un elemento de distorsión de la competencia y, en consecuencia, un factor de obstrucción al crecimiento económico. Nunca como ahora lo económico y lo social parecen enfrentarse de manera más descarnada, y nunca como en el presente parece ponerse en cuestión de manera más clara la función de puente que el derecho del trabajo ha venido construyendo desde hace más de cien años para hacer compatible el crecimiento económico con la construcción de un estándar social mínimo para toda la población en los países desarrollados, que lo son precisamente por ello.

Creo expresar el parecer común de todos los que profesionalmente nos dedicamos a aplicar, analizar o interpretar las normas laborales si digo que el derecho del trabajo sigue cumpliendo una misión insustituible en nuestra sociedad. No se trata de una defensa corporativa de los laboralistas, sino de constatar, a través de la observación diaria de la realidad empresarial y social, de la gestión de los conflictos y de la construcción de equilibrios entre los intereses de empresarios y trabajadores, lo que incluso recientemente han señalado algunos organismos internacionales, y es que la competencia en una economía globalizada no puede construirse, o al menos no fundamentalmente, por un deterioro ilimitado de las condiciones laborales, por una reducción sin suelo de la retribución del trabajo.

Es verdad que el futuro inmediato abre interrogantes hoy sin respuesta. No sabemos si el avance de la tecnología convertirá la escasez de empleo en un problema estructural y no coyuntural, ni tampoco la solución que la sociedad ha de buscar para resolver tan extraordinario problema. Ya se barajan propuestas como la reducción de la jornada a cuatro días que, sin embargo, plantean muchas dudas sobre su eficacia, porque a la vez seguimos necesitando mejorar nuestra productividad y nuestra capacidad de producir de manera más eficiente. Pero cualquiera que sea la respuesta a esos interrogantes, ésta tiene que contar con la norma laboral como engranaje que sirva para volver a hacer posible el equilibrio, siempre inestable, entre lo social y lo económico, única garantía de paz social y de progreso económico real, que es el que se traduce en un elevado nivel de vida para el conjunto de la población.

De todo ello, además de cuestiones mucho más concretas, se discutirá en el XV Congreso de la Asociación Nacional de Laboralistas, foro privilegiado de debate cuyas conclusiones no pueden perderse de vista.

Martín Godino Reyes
Presidente de la Asociación Nacional de Laboralistas

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